Dorís Orozco.
La educación representa
el contacto de los niños con un entorno ajeno al hogar, siendo la primera
oportunidad de socialización. Los lugares donde se lleva a cabo este proceso se
conocen como jardines infantiles.
El verdadero profesor es
aquella persona que orienta, aconseja y transmite conocimiento, exige a sus
estudiantes para que esto sean positivos y útiles en la sociedad donde tengan
que desenvolverse. No todos nacemos con ese don de transmitir conocimiento y
lograr la expresión de ideas y sueños profundos que vienen acompañados de
grandes retos sin dejarse vencer por los
obstáculos que la vida a diario nos presenta.
Por tal motivo en la
localidad del municipio de Pivijay no se puede encontrar a una que haga su
trabajo con tanto esmero y dedicación como lo hace la “seño” Doris conocida y
llamada así por los habitantes del pueblo de Pivijay.
Doris María es una de
esas profesoras de la vida. Esta nace el
13 de noviembre de 1935, en el municipio de Pivijay, Magdalena, concebido de la
unión de Tulio Orozco y Silvia Pertuz.Doris María Orozco Pertuz no es una docente
titulada, ni graduada con honores con los que actualmente cuentan los
habitantes de nuestra sociedad. Llegó hasta quinto grado de bachillerato lo que
hoy en día es grado un décimo.
La seño Doris comenzó a
sus 13 años explicando clases a niños cuando regresaba del colegio, sin saber
que esta sería su labor por el resto de su vida.
“Cuando venía del
colegio le enseñaba a leer, a escribir,
a sumar y a restar a los vecinos, y así fue comenzando, ya después me pagaban
por ayudar hacer las tareas a los pelaitos”. Recordó Doris María.
El Socorro
Cuando terminé el quinto
grado ya tenía más de 50 alumnos, mi hermana Lida me tenía el afán que montara
una colegio y como era difícil irse a estudiar entonces le hice caso y monté el
colegio, ella fue la que comenzó a buscarme más alumnos y pedir colaboración en
el comercio para los pupitres y el tablero, le mandé hacer un uniforme, las
niñas con una faldita turquí y un suetercito blanco y los niños con un
pantaloncito mocho turquí también y una camisita blanca. Entonces aquí en la sala de mi casa, tenía primero y en
el comedor tenía segundo grado, les enseñaba a leer, a escribir, sumar, restar,
multiplicar y las oraciones, ya cuando hacían esos dos cursos, se llevaban a
los pelaos para la Escuela de Varones, el Beatriz Cotes, San Juan Bosco, Madre
Laura que eran los colegios de aquí o si
no se los llevaban para otro lado.
Y en la tarde cogía
gente de refuerzo, pelaos grandes que estaban en los otros colegios y me los
traían, a veces venían que estaban en tercero y no sabían ni leer.
“A mí me gusta enseñarle
primero los números y las letras porque así es que aprende el niño, ya después
que el se aprenda las letras, a mi me gusta que el estudiante aprenda a leer
deletreando, decirle la “M” con la A” suena “MA” porque si uno le enseña “MA -
MA” y cuando uno le quiere preguntar la letra él no te va a decir que es la letra
M si no que “MA”, pero ahora no, ahora es por sílaba y hay pelaos que no saben.
Todos los días se
despierta con las mismas ganas de transmitirle sus conocimientos a los niños del municipio de
Pivijay, como lo ha venido haciendo por más de 60 años.
Han sido muchas las
generaciones del municipio que han pasado por las manos de esta ilustre
profesora entre ellos ilustres personajes, médicos, profesores, “desde el más
rico hasta el más pobre, gente del centro, incluso la gente de La Loma y La
Colora” expreso la “seño Doris”.
Un nombramiento que su padre la hizo rechazar
Comentó también que fue
nombrada en la Loma Magdalena, como docente pero su padre no le permitió
laborar allí, argumentando que en su casa estaba mejor y ganaba más.
También anotó que su
padre era un hombre temperamental y que tal vez se escudó en la cantidad de
estudiantes que en ese entonces tenía para no dejarla ir de su casa.
Añadió también que su
padre es encontraba bien económica mente y que tal vez esa sería la verdadera
razón por la cual no la dejo marchar.
La “seño” Doris, ha enseñado desde el hijo del alcalde
hasta a el hijo del boletero. Ella nunca fue a la universidad, y aun así tiene
más alumnos que un profesor en un salón de clases. Es una mujer temperamental,
le gusta regañar mucho al estudiante, es de esas profesoras antiguas que enseña
a los reglazos. Iniciaba sus clases con
una cartilla de cartón, luego pasaba a dos cartillas de leer, y finalizaba con
el libro del Manual de Carreño
Con una piel bronceada
por el pasar de sus años, su piel manchada por el trajín de la vida, una mirada
cálida, brillante que de sus ojos negros despliegan como dos luceros al
anochecer, su cabello color plata por las canas que pronuncian su vejez la profesora del pueblo recuerda con gratitud
sus inicios en la docencia y lamenta la aparición de las ONG quien se llevó
casi el 100% de sus estudiantes, ofreciendo transporte, merienda. Uniforme y
todo. Pero esto no ha sido motivo para que ella cierre las puertas de su casa,
descuelgue su tablero verde ya roto de tanto tiempo y eche sus sillas a un
rincón de la sala como muchas veces lo ha pensado, pero sus ganas de enseñar, y
sentir el bullicio de los niños que quieren tumbar las paredes de su casa es
más fuerte.
Ahora solo espera cada
mañana para salir a su patio, tomar un tinto, echar de comer a sus gallinas,
alpiste a sus pájaros y sentarse bajo un palo de caucho a leer la prensa para
luego, prepararles el desayuno a sus hijos y esperar a los 5 alumnos que
actualmente tiene en refuerzo la jornada de la mañana.
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