martes, 4 de noviembre de 2014

Ataque Pirata en Santa Marta

Arturo E. Bermúdez es quien se encarga de la investigación histórica de la invasión de los bucaneros en el Caribe colombiano.

Por: Karina Correa 


Piratas en Santa Marta.



Los datos de investigación acerca de los piratas que arribaron las costas del Caribe colombiano son algo escasos, pero aun así a través del libro de Arturo E.  Bermúdez, ‘Piratas en Santa Marta’, nos brinda la oportunidad de adentrarnos en la historia que marcó la ciudad de Santa Marta tras la invasión pirata entre los siglos XVI – XVII.

Aunque se les parezca, hay una gran diferencia entre piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros. Los piratas eran delincuentes que robaban por cuenta propia a los barcos de las rutas comerciales, sin discriminar la nacionalidad o proveniencia de los barcos atacados.

Los corsarios 

más bien marinos particulares, que contratados y financiados por un Estado en guerra para causar pérdidas al comercio del enemigo. Los buques corsarios eran de propiedad privada, a los que Francia, Holanda y, sobre todo Inglaterra, daban patente de corso para actuar como buques de guerra: a cambio, una parte del botín conseguido era para el Estado que daba la patente.

Los bucaneros aparecieron desde 1623 en partes deshabitadas de La Española. Formados por grupos de marineros de varias nacionalidades desembarcados o huidos, negros fugados e indios asimilados, en sus inicios se dedicaron a la caza de ganado salvaje. Después, muchos terminaron haciéndose piratas los llamados filibusteros, que desde sus guaridas secretas del Caribe atacaban el tráfico naval y los puertos importantes de ese mar. Sus principales centros fueron Jamaica y la pequeña isla de Tortuga.

Según la investigación de Arturo E. Bermúdez la piratería en el Caribe de Colombia se basó en la envidia, el temor y los deseos de las principales potencias de percibir parte de los tesoros que sólo a España llegaban. Existía la gran organizadora Isabel la Católica que establecía un control estricto en su casa de Aduana y luego en la casa de contratación para que no pudieran sacar de la Indias grandes riquezas, aunque permitió a sus súbditos comerciar con licencias.

Estas eran las instituciones de control de la época (Casa de Aduana de Cádiz y Contratación de Sevilla), aseguraban el monopolio de España en sus colonias, irritando así a las demás potencias.
Fue así que ante el temor del poder ibérico, lanzaron sus fuerzas de robo de los mares para atracar las fuentes de riquezas españolas. Las naciones enemigas como Santo Domingo, Tortuga y Jamaica, formaron la peor madriguera de corsarios y piratas que jamás pudo haber existido, desatando una cruel y terrible guerra marítima entre naciones que como objetivo era bajar a España de sus tesoros adquiridos.

Santa Marta, Cartagena y la Guajira eran puntos de encuentro para los convoyes mercantiles que organizaban cada año en flotas para abastecerse de cochinilla, índigo, maderas, pieles, cacao, entre otros. Y los piratas sabían muy bien las fechas de llegada de las flotas españolas, más sin embargo los convoyes nunca entraban por los mismos puntos para poder así despistar a los piratas.

Los piratas siempre rodeando las costas para estar atentos al saqueo de las presas españolas, asesinando y saqueando para lograr su cometido y así poco a poco fueron derrotando a España  y su ‘armada invencible’, que no pudo contener los ataques de la avalancha de rapiña. Así las naciones enemigas debilitaron a España, cuyas riquezas no iban a parar a sus respectivas cajas, sino a fondos extranjeros en los cuales el saqueo fue la vía de adquisición.

En la época colonial la provincia de Santa Marta, incluyendo a Rioacha y gran parte de la Guajira en el siglo XVIII, se convirtió en el territorio  a la llegada perfecta de corsarios y piratas, conocido como la principal vía del contrabando.

La perla de América la llamó Fray Antonio Julián en la colonia y Fernando VII ‘La noble y fiel, leal y valerosa’ en la independencia, luego en la República fue ‘la Hospitalaria’ porque abrió sus brazos para recibir al Libertador cuando cayó enfermo. Pero durante los siglos XVII y XVIII fue la más sacrificada y martirizada de las ciudades por parte de los ataques piratas.

Se tienen registros de ataques en Rioacha de piratas holandeses de una manera tan bestial que quemaron y saquearon la ciudad dejándola deshabitada. Y de un pirata que se tenga un registro concreto es del pirata Bodquin, que se cree que pudo atacar Ciénaga, pero los registros verídicos son los de Rioacha, en la Guajira.

Mientras Cartagena progresaba, Santa Marta decaía y su comercio era el principal afectado. Como lo dijo el historiador Wilfrido Padilla, “Cartagena estaba fortificada y la cercanía que existía entre Santa Marta y Cartagena, desfavorecía a Santa Marta completamente. No tuvo ese tipo de defensa porque según el criterio de la corona española porque no era necesario elevar más los costos de defensa.  Dos ciudades con alta defensa no eran necesarias”.

Condenando así a la humillada provincia de Santa Marta que irónicamente a través del contrabando de los piratas pudo sobrevivir en la colonia. 

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