Arturo Bermúdez contó
lo que costó.
Por: Leslie Marriaga
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Barco pirata. |
La
historia es considerada como una de las ciencias humanísticas que más utilidad
le ha dado al ser humano, no sólo para conocer el acervo cultural de las
diferentes civilizaciones que han pasado por la historia, sino también para
permitirle construir su propia identidad, buscando y tomando datos de tiempos
pasados que le faciliten más la elaboración de su propia idiosincrasia.
La
piratería en la ciudad de Santa Marta fue una de las causantes de muchos
derrumbes de casas, catedrales y demás. Los fuertes de piratas que se formaban
venían con distintas intensiones, cada uno tratando de ganar y encontrar más
cosas de valor que los demás, muchos querían solo destruir, otros robar y
acabar con todo.
Hasta el momento no
se ha hecho una diferenciación entre corsarios, piratas o bucaneros. Estas se
han utilizado como sinónimos unas de otras. Se conocieron hace algún tiempo con
el mismo significado; Hombres de mar fuera de ley.
Libro Piratas en Santa Marta de Arturo Bermúdez.
El pirata actuaba independientemente, el
corsario traía un apoyo o respaldo de la nación que le daba patente, el
bucanero era un experto cazador que inicialmente se dedicaba a preparar las
carnes y luego pasó a las filas de piratas y corsarios.
En América, la
piratería empezó con los deseos más profundos de encontrar y obtener tesoros
que muchas veces no se habían descubierto, o tal vez ya se conocían, pero que
solo eran llevados a España.
Arturo Bermúdez, cuenta en su libro “Piratas en Santa Marta”, que mientras las otras ciudades de la región prosperaban, Santa Marta veía cómo las flotas de galeones se alejaban de su puerto, debido a que los ataques de los piratas se repetían con frecuencia y su población disminuía.
La gran organizadora
Isabel La Católica había establecido un control estricto en su casa de Aduana
para tratar de que no sacaran provecho ni grandes riquezas de las indias.
Aunque permitió a sus súbditos comercializar con licencias.
Con las instituciones
de control (casa de Aduana y contratación de Sevilla), España se aseguró tal
monopolio y absolutismo en sus colonias que irritó a las otras potencias.
Temerosos del poderío
ibérico, lanzaron sus fuerzas de rapiña a los mares para menoscabar las fuentes
de riquezas españolas y a la vez participar de los grandes tesoros de
americanos. Así llegaron los piratas a nuestro continente.
Este fue el primer
medio adoptado por las naciones marítimas para adquirir y aprovechar los
beneficios de los tesoros del nuevo mundo.
Todos los años se
organizaban las flotas de convoyes que llegaban a Cartagena, Portobelo, San
Juan de Ulloa, Maracaibo, La Guajira y Santa Marta para recoger cargamentos de
índigo, maderas, pieles, cacao, entre otros.
Los piratas conocían
las fechas probables de llegada de los convoyes, a pesar que eran mantenidas en
secreto con sellos e instrucciones de los capitanes.
Con los frecuentes y
constantes ataques de los piratas por todos los frentes, España fue decayendo y
su Armada no fue suficiente para contener la avalancha de rapiña. Inglaterra
aprovechó la debilidad de España para entrar y robar sus tesoros.
Casi al mismo tiempo
que los piratas y corsarios invadían las
costas, nace el contrabando, según Wilfrido
Padilla, historiador del museo San Juan Nepomuceno, este fue quien ayudó a
la ciudad para surgir del fondo donde nos habían tirado.
La ciudad de Santa Marta desde la época de la
colonia estuvo predispuesta para la llegada de los piratas y corsarios, la
corona Española uno de los requisitos que pidió al fundador Rodrigo de Bastidas
fue crear un fuerte para la defensa de la ciudad.
En la ciudad se anexaban dos puntos, Por
ejemplo, en el puerto de Santa Marta estaba ubicado el fuerte de Betín, en el
extremo de lo que hoy es llamado Punta de Betín, llamado así en honor al fuerte
que construyó el gobernador Juan Betín.
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