Tagangueros en plena actividad pesquera.
Bello
paisaje, deliciosa comida, diferentes tipos de culturas, esto es lo que te
encuentras al visitar Taganga. Pero ¿qué significa para los nativos? Personas
que día tras día se levantan a trabajar para poder cubrir sus necesidades, que
mientras unos disfrutan y gozan de sus playas ellos tratan de buscar clientes
para tener al final del día un buen pago, esas personas que cuando pasas te encargas de
ignorarlas porque como todo en la vida, solo te importa lo que pase contigo.
Es
el caso de Farid Antonio Márquez un pescador que tiene cerca de 35 años de
dedicarse a esta labor con la que ha sacado adelante a su familia, quienes solo
dependen del sustento de Farid.
“La
jornada comienza a las cinco de la mañana y termina a las cinco o seis de la
tarde, o sea que nosotros laboramos en el día, 12 o 13 horas. Este trabajo es
diurno. Somos una red de ‘chinchorreros’ que fue creada en el pueblo
aproximadamente hace dos siglos”. Expresó Márquez.
Algunas
playas de Taganga son su ‘lugar de trabajo’, comprendido por pocos y criticado
por muchos, que por lo general son turistas o visitantes que llegan de Santa
Marta, con los que tienen que luchar de manera paciente porque el lugar es
turístico. Sin embargo, se la ‘guerrean’ todos los días de su vida con sus grandes
mallas de nailon, que son quienes llevan la comida a sus casas.
Al pasar por sus calles puede notarse la forma en cómo viven muchas de las familias, de cómo los niños viven sumergidos
en un mundo totalmente diferente al que deben estar. La infancia que es lo primordial
para la etapa de crecimiento de un niño, como pasar por las muñecas, los juegos
en la calle, la inocencia de no querer tener al lado un niño. Muchas cosas más
son las facetas que deben atravesar los tagangueros en su niñez, pero que
tristemente no se ve en estos.
Las
motos, las fiestas, los amigos es lo que prima para la juventud de la zona, tomando
los ejemplos que les imponen muchas veces sus padres. Padres que luchan todo el
día con las competencias para tener en la noche dinero y así poder gastárselo
en las tiendas o discotecas con los amigos y familiares que deseen
acompañarles.
Mario
Vega habitante del corregimiento, es uno de los jóvenes que ha sabido llevar su
vida de buena manera, trabajando duro y honestamente, con la compañía de su
padre quien desde muy pequeño lo ha enseñado a trabajar con él para que vea que
la vida no es tan fácil y sepa que si quiere comer hay que trabajar.
“Gracias
a mi pa’ es que puedo decir que he salido adelante porque él me ha empujado
para ser alguien en la vida, me ha enseñado a agradecer cada peso que nos
ganamos, porque hoy tenemos para comer, mañana tal vez no, a no mal gastar la
plata en cosas que no son necesarias o en vicios, eso aquí en Taganga se ve
mucho por eso él me cuida de las malas amistades, siempre me lo recuerda que él
no quiere que sea como el cuándo estaba joven que no supo aprovechar lo que sus
padres le brindaban y por estar de fiesta en fiesta y tomando no pudo estudiar
y le tocó trabajar duro para sacarnos adelante. Tengo 19 años y puedo decir que
gracias a lo que he aprendido con la ayuda de mi padre apenas me gradué del
colegio quiero ingresar a la naval, y sé que no es fácil pero ¿qué en esta vida
lo es? Con la ayuda de mi Dios y de mi pa’ yo podré realizar mis metas y una de
ellas es salir de este pueblo”, expresó Mario.
Esto
es Taganga, gente guerrera que lucha por sostener día tras día sus familias
olvidándose muchas veces de sus verdaderos principios por tan siquiera obtener
ganancias en sus trabajos y poder cubrir con sus necesidades. Es así el vivir de los pescadores, lancheros y cocineras.
Drogas y prostitución
Es
uno de los sitios más apetecidos por los extranjeros para vivir, Taganga se ha
convertido para los habitantes en el paraíso nocturno, donde ellos pueden tener
lo que quieran o si no conseguirlo. Muchas personas piensan que no es cierto
que aquí solo hay paz y armonía pues no es así, en el paraíso se ve de todo.
Desde
la venta de marihuana hasta la prostitución, cosa que en todos lados se ve hoy
en día, pero que en esta zona se ha incrementado por la llegada de extranjeros
ambiciosos que solo llegan a dañar la tranquilidad de la gente. Aprovechándose de la necesidad de
las niñas o mujeres para explorar sus cuerpos y así proferí el abuso sexual de
menores en la región.
El
extranjero Donald Reynolds es uno de los turistas que se ha hospedado en
el corregimiento para pasar algunas
semanas y disfrutar de las hermosas playas y gozar de su paisaje, pero que
tristemente se le ha notado su asombro al observar como ha decaído no solamente
el turismo sino la cultura, al ver cómo
las niñas se venden por cualquier peso.
“El
ser Taganga un destino turístico internacional y en vista del auge que en Europa
tiene la prostitución, era apenas obvio
que llegará aquí, al tener la mujer latina fama de exótica y el hombre latino de fogoso y bien dotado,
puesto que la prostitución para este caso no distingue género y siempre va de
la mano con las drogas. Por lo tanto, en una ciudad donde se caracteriza por atendernos
bien y con la premisa colombiana “el
cliente siempre tiene la razón” Taganga en caso a lo anterior le dio a sus
clientes lo que para ellos era el paraíso: droga y sexo a buen precio en el
mismo lugar, porque puedes conseguir las
dos cosas por un precio mínimo. En mi caso una niña la noche pasada me quiso
vender su virginidad, yo quedé sorprendido al escucharla pero ya te vas
acostumbrando al pasar los días aquí”. Comentó Reynolds.
Se
ha convertido en uno de los lugares principales de explotación sexual infantil en el país e
incluso en el mundo. La temporada de vacaciones se convierte en rebusque
también, y por esa razón muchos padres de familia obligan a sus hijos menores
de edad a que ejerzan la prostitución en sectores exclusivos de la capital del
Magdalena.
Muchas
familias pobres les están inculcando a sus hijas que se casen con un extranjero
para tener mayores ingresos o que ejerzan la prostitución para que les lleven
dinero todos los días. Los turistas que vienen, en su mayoría son israelíes e ingleses, que prefieren a las
chicas blancas o morenas, de entre 14 y 17 años, para pasar la noche y consumir
droga. También hay casos de niños que sirven de acompañantes a homosexuales
extranjeros o nacionales.
Son
estas las vivencias por las que pasan los nativos, puesto que tienen que
mostrar una sonrisa y cara bonita para los turistas para poder ganarse el pan
de cada día, teniendo en su casa a una familia triste y desorientada esperando
el sustento que muchas veces no les alcanza ni para la comida de la noche.
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