lunes, 17 de noviembre de 2014

Cultura Wayú: tradición, respeto y trabajo

La dedicación y el acatamiento por lo que hacen, es una de las razones fundamentales  que forjan de estos  indígenas algo único y original, a la hora de mostrar  lo que son y lo que hacen en una ciudad, distinta  a la de ellos. 

Por: María Antonia Zabaleta 


Vendedoras Wayú. A la derecha: Carmen Alicia Palacios Jusayú. A la izquierda: Nancy Amaya Gonzales.


Hablar de esta cultura es para muchos un tema que se convierte en atracción y asombro, puesto que detrás de estas mantas, un rostro de apariencia malgeniada y una mirada que se pierde al hilo de sus puntadas, podemos encontrar un ser humano maravilloso que hace de su labor un don de admirar, pues vivir de lo que forjan, los hace ser distintos al defender y sobrevivir cada día de su propio trabajo.

Teniendo en cuenta que Santa Marta es una ciudad  para los turistas, es de asombro ver que no solo los exploradores de cualquier región o país pueden sobre vivir de ella,  pues al caminar por una de las calles más céntricas, nos encontramos con familias wayú, que muestran día a día, todo lo que tradicionalmente tienen y venden a personas que se enamoran de su trabajo.

Y queriendo nutrir esta historia, nos posamos en medio de los colores y tejidos que se pueden ver  desde lejos,  refiriéndonos de esta manera,  al trabajo hecho a mano de una de sus habitantes y perteneciente a esta  tribu Carmen Alicia Palacio Jusayú, una indígena Wayú de la Guajira, quien nos contó un poco su experiencia de vivir en esta ciudad y sobrevivir de lo que tradicionalmente saben hacer desde niños.

Es por tanto que nos deslumbra conocer las historias que hay detrás de cada tejido y de cada palabra que para nosotros suena chistosa al sentirlas al contrario, pero que para ellos es tan real, como las mochilas que a diario tejen para vender a los transeúntes que  a  diario pasan  por este lugar.

Nancy, esta indígena que hace 18 años vino a vivir con sus hijos a esta ciudad, exactamente en el barrio Timayui donde habita,  nos comenta cuáles son los motivos que la han traído hasta aquí, para poder seguir haciendo lo que para ella es más que una obra, es su propia  vida, las  mochilas, chinchorros, sandalias, accesorios y mantas tejidas entre otras cosas artesanales que hacen de ellos, ser orgullo de su tierra Guajira.

Ella nos comenta que son varios los motivos que la hicieron llegar a esta ciudad, empezando por los turistas que a diferencia de Riohacha, se multiplican en esta zona y le permitiría a ella poder hacer de su trabajo algo más rentable para el sustento y futuro de su familia.

Una mujer que al tomar confianza   con el paso del tiempo, fue contando de su experiencia, de su trabajo  de cosas como la  separación de su pareja,  la crianza  de sus hijos y nietos, y otras cosas más,   pues para ella, esta ciudad es de valor, dice que le ha dado mucho y aunque su trabajo no es del todo valorado, dice ser muy distinto a la ciudad que la vio nacer, donde asegura, que por la necesidad  económica pasó trabajo y al tiempo  regaló el mismo, pero que aquí inició otra historia,  al darle otro valor económico a lo que hace. 

Desde las 7 a.m.,   a   7 p.m.,  encontramos  a  esta mujer  trabajadora  y dedicada  que sentada en una banca y entre sus manos una aguja para tejer con hilos de colores, pasa el tiempo y deja que lleguen a ella, los que la buscan para obtener su trabajo o remendar el mismo,  cuando al pasar el tiempo ya empieza a dañarse  pero que Nancy los espera , para darles unas puntaditas más y dejarles como nuevo cualquiera de los artículos que ya antes le  habían comprado, dejando satisfechos a sus clientes, y así asegurando  ella   que  son pocos los que dejan de frecuentarla después de llevarse su trabajo.

Pero no todo puede ser felicidad y tranquilidad, pues asegura que su trabajo ha sido violado por personas que solo les interesa figurar con lo que no les ha costado construir, ejemplo de esto, cuando nos daba uno de los motivos que la mantiene triste y que es pan de cada día  para estas familias, quien asegura Nancy, son vulnerados al  tener que entregar cualquier artículo, a un precio totalmente decepcionante, pues la necesidad muchas veces es la que habla por ellos.

Asegura un poco desmotivada por este problema, que la gran mayoría de sus artesanías son vendidas a precios más que cómodos, regalados se podría decir,  pues una mochila arahuaca que tiene un precio de 300 mil pesos siendo económica, es encontrada en un centro comercial o cualquier tienda de diseñadores a  un millón y más, pero esto no le preocupa a ella, lo realmente preocupante es que esa misma mochila la ha vendido ella misma  a un precio de 60 o 80 mil pesos, puesto estos turistas o civilizados como Nancy   se refería a ellos  varias veces, los famosos empresarios, quienes  no le entregan más dinero y solo se expresan de una sola manera hacia ellos, “ lo toman o lo deja”, valiéndose del trabajo  de  estas personas  que por necesidad ceden  y que ellos  aprovechándose de su labor y al tiempo,  terminan sacándole más provecho a estas obras,  que los  mismos indígenas wayú. 

Sobrevivir con entrega sin perder su cultura

Estas familias que tienen más de 10 años de vivir en esta ciudad, se sienten no del todo contentos, por las horas arduas de trabajo que tienen que pasar, cumpliendo un horario impuesto por ellos y así poder tener un día bueno de ventas,  pero sí agradecidos con lo que han alcanzado, puesto aseguran que es más comercial este lado de la costa donde hoy habitan, que el mismo que los vio nacer, aseguran que  la economía en su tierra natal, no es la más agradecida con estas familias que entregan todo por poca remuneración.

Son horas de dedicación en cada accesorio que hacen, pues la entrega que ellas le ponen a  su trabajo, son lo mas importantes, a la hora de vender  no solo cuando el cliente manipula lo que quiere llevar, sino cuando la mirada de muchos transeúntes se pierde en los colores que ellas le dan a cada mochila,  chinchorro, collar, estera u otra pertenencia a la cual se dedican  a realizar desde muy niñas.

Ellas, nos enseñaban cómo distinguir una verdadera mochila, las cuales tienen sus trucos,  ejemplo de ello,  al decirnos que la mochila Arhaca pica, la wayú es suave y de algodón y trae algunos signos entretejidos que hacen parte de la decoración.

Pero la vida empresarial por llamarla de esta manera, de cada una de estas familias, también se ve dedicada y compartida a la hora de tener su descendencia, pues los nietos  de estas dos mujeres trabajadoras y dedicadas a su oficio, también es llamativa , pues estos pequeños  nacieron en esta ciudad, ellos crecen también con una doble cultura, nos explicaba Carmen Jusayú, quien celosa un poco de lo que contaba, también expresaba con su tímida mirada, lo que era tener dos nietos y una hija civilizada, pues de esta manera se refería a sus familiares nacidos aquí, “ civilizados” porque según Carmen, así le llaman al nacer lejos de su linaje y una propia cultura definida, como la wayú.

Con una hija ya universitaria, unos nietos en la escuela y una separación hace más de 5 años con el padre de sus 3 hijos, Nancy asegura sentirse contenta a ratos, porque no fue fácil llegar hasta aquí, la competencia que tienen que lidiar con sus mismos coterráneos, les han traído algunas dificultades a la hora de vender su trabajo, pues el precio de la competitividad siempre va a ser menor a la de ellos, lo cual indica que, su trabajo cada día es menos valorado y que la necesidad pasa por encima de ella como pasan los visitantes, quienes terminan escogiendo el mismo producto, pero a menor precio.

Algo curioso y de lo cual estas mujeres nos hablaron de una manera orgullosa y sin casi parar,  a la hora de explicar muy a su idioma, son la de los signos, colores, pinturas o maquillaje que utilizan muchas veces, no para llamar la atención, sino por cubrir su piel de los rayos solares y hacer un llamado a cuidar la madre naturaleza, pues estas líneas en sus rostros, brazos, espaldas tienen un significado para cada uno de ellos.

Su rostro es de valentía y cuidado del sol, pues el respeto que le dan es más importante quizá que cualquier otra cosa que hagan. Lo más llamativo es la forma como lo realizan y aplican, para poder seguir con sus rituales que es lo que en realidad vale la pena para esta cultura.

Al parecer , después de la lluvia, sale un tipo de flor, de un árbol que no quisieron describir,  la cual ponen al sol para que esta se seque, mientras pasa este tiempo, mantienen un pedazo de tronco seco, del cual sacan un polvo el cual revuelven con sebo  de ovejo , esto ya mezclado lo  fríen  en las noches, sin sal y en una botella envasan  este líquido ya espeso, seguidamente aplican después de unos días en su cara y les sirve, para purificarse la piel, cuidarla de manchas solares, arrugas y cualquier tipo de enfermedad que puedan salirles en la piel, ya sean a  los niños o ancianos de esta comunidad.

El color suele darlo, el tiempo que dure al sereno la flor y la forma homogénea en que quede todo en la botella. Entre más espeso un color más fuerte, y dependiendo la edad de los mismos es aplicada doblemente.

Por último y hablando de su trabajo, aseguraban que en su tradición es prohibido enseñar a  hacer mochilas, tejidos, accesorios y cualquier otro elemento de esta cultura, pues  aseguraban que la competencia y otros wayú ubicados en la misma zona, dictan clase a cinco mil pesos, a diseñadores y personas que quieren aprender este oficio, con la única intención de luego producir de una manera más fácil sus propios ingresos, dejando a estas familias muchas veces sin vender nada   en todo el día.  Lo que es un insulto para su linaje, pero la necesidad los ha llevado hacer esto, aun cuando el gobierno les brinda cierta ayuda, pero no la necesaria para su sustento.

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