Una
mente impecable, que evoca los mejores tiempos de su época.
Por: Loraine Orozco
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| Bertulio Orozco rodeado de su familia. |
Los
recuerdos de un octogenario son una base de datos fresca y disponible para el
oído curioso de cualquier persona; más aún, cuando estas historias están
cargadas de relatos de superación y entereza para recalcar las vicisitudes a
las que se ve expuesta cualquier persona
en el transcurrir de la vida.
Sólo
una persona que ha vivido lo suficiente es capaz de empapar de sentimientos
cada una de sus historias; relatos que logran remontarse a sus anécdotas
propias, dignas de ser escuchadas por todos.
Bertulio
Armando Orozco Monsalve, es uno de esos sobrevivientes de su época, que a sus
94 años conserva intacta en su memoria, aquellos momentos idóneos para
ilustrarles a sus nietos su transcurrir por el mundo. Este octogenario nace el
13 de enero de 1920, en el municipio de Salamina, a las orillas del río
Magdalena, concebido de la unión de Tulio Orozco y Hortensia Monsalve, quien en
su parto muere al dar a luz.
“Mi
mama murió después de traerme al mundo, entonces a mi me criaron mis tías Isabel
y Rosa. Cuando niño fui a la escuela y llegué hasta tercero de bachillerato, a mí
lo que me gustaba era trabajar, aunque fiestero sí era".
Entre
risas que endulzan su rostro y achican sus ojos, Bertulio recuerda sus andares
de muchacho, sus festejos y sus amores. “Para unos carnavales de Salamina, mi
grupo de amigos y yo éramos los jefes de la comparsa de la reina, porque
pusimos una reina que se llamaba Lina Ruiz Pertuz, hicimos un desfile por todo
el pueblo, que salió de la plaza principal, lo que hoy es la iglesia y terminó ahí en la
orilla del río, en el puerto de los johnson, ahí amanecíamos y el primero que
se durmiera lo motilábamos o lo maquillábamos porque esa era la ley”, expresa Bertulio.
Para esos tiempos de carnaval, conocí a una
muchacha que se llamaba Marta, con ella tuve amores y me la llevé, pero a los
tres días me la quitaron, porque según los papás, yo era parrandero y enamorao”.
Recordó el viejo Bertu.
Luego
llegó la época del trabajo, el ron, las fiestas y las recochas con los amigos a
la orilla del río fueron cambiadas por la ocupación y el amor.
“Cuando
yo comencé a trabajar en el correo, venía mucho a Pivijay, y me quedaba en la
casa de los García, ahí había una muchacha que se llamaba Cilia, entonces como
yo venía mucho a Pivijay y posaba ahí,
la enamoré, y nos casamos en el año 49, el 16 de abril. Hasta ahí, y
después me la llevé a vivir a Salamina.
Allá
montamos una tienda, aparte de eso yo tenía ‘ganao’, tenía una camioneta de
estaca que se llamaba la burra, en la que traía leche en la madrugada pa’
vender al pueblo y ponerla a viajar, pero por andar pendiente de la recocha y
la parranda todo lo perdí, pero tenía una familia, una esposa y cinco
hijos por quienes responder. Mi mujer trabajaba en un restaurante escolar y yo
repartía el correo, entonces ya nada más vivíamos de eso.
No
era fácil en ese tiempo, porque me tocaba caminar y a veces viajar en bestias.
Había días en los que me tocaba ir a
Barranquilla, y de allá me mandaban pa’ Cartagena, entonces esos días se
quedaba la mujer con los hijos solos, y a las muchachas les tocaba quedarse
haciendo los quehaceres para cuando la mamá llegara, descansara”.
Actualmente
vive en Pivijay, Magdalena, municipio al que llegó luego de que sus hijos ya
fueran profesionales, y se hicieran cargo de él y su mujer. “Nos vinimos para
Pivijay porque ya estaban las muchachas empleadas y no querían que viviéramos
solos en Salamina”.
Bertulio
es uno de los hombres más viejos que viven en Pivijay, es increíble o tal vez
muy asombroso que a sus 94 años de edad, este viejo no sufra de ninguna
enfermad, lea sin gafas y camine sin bastón.
Un
viejo alegre, mamador de gallo, ‘enamorao’ y parrandero, que por achaques de la vejez, ha dejado atrás los
andares de su vida alegre, ya no se ve
salir a caminar o a sentarse en las
bancas de la plaza como lo hacía tiempo atrás, ha despedido a muchos de sus
amigos a quienes él creía que lo cargarían el día de su sepulcro, e incluso a
su mujer hace dos años despidió.
“Cuando
‘pelado’ yo era parrandero, me gustaba andar era de parranda en parranda,
imagínate tú, que para unas fiestas de la Virgen del Carmen, llegaron los
muchachos a la puerta de la casa a sacarme para irnos pa’ ‘paraco’, pa’ un ‘KZ’ y por cosas de la vida no quise
ir, y fíjate tú, se accidentaron, el uno se mató y el otro, una oreja se voló, y como habían dicho que
iban a ir por mí, en el pueblo se regó que yo también me había matao”.
Cuentan
sus hijas y nietos los gratos momentos y ríen de las historias que en algún
momento éste les ha contado.
Su hija María Dolores, dice no tener queja
alguna de su padre, ella lo contempla como un hombre trabajador, dedicado a su
familia. Dice que siempre ha sido un hombre jocoso con un gran sentido de
pertenencia por lo suyo, en especial de
su municipio, Salamina, Magdalena.
“Yo recuerdo que mi papá viajaba en
burro de Salamina a Pivijay todos los días
vendiendo panela y luego se
devolvía por las tardes. Mucho tiempo después montó una tienda con la que duró
como seis, siete años, después una casa
de ventas especializada en prendas de oro, cuadros, ropa y productos que traía
de Maicao con mi mamá, ya después se vinieron para Pivijay, entonces entró a
trabajar como corresponsal de Adpostal.
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| María Dolores, hija de Bertulio |
Aparte de ser un hombre responsable y
trabajador no puedo dejar de lado los recuerdos de su desorden y las anécdotas
que cuando niña me contó, siempre me dijo y me afirmaba mi mamá que era un
hombre parrandero y le encantaba los carnavales, cada año se preparaba para salir a
parrandearlos con sus amigos, mi papá era el cabecilla del desorden, enterraba
pescados para que se dañaran y salir a venderlos el sábado de carnaval vestido
de mujer, porque su hobbie era
disfrazarse de mujer”, expresa María
Dolores.
Su hija menor Alicia afirma que su padre
fue un hombre trabajador, que siempre lo ha conocido como un tipo fuerte, que
no le teme a nada. “Como mis hermanas,
lo recuerdo como un hombre trabajador, un guerrero de la vida, a quien le tocó
duro para sacar adelante a su familia, no es fácil pasar montado todo un día en
un burro viajando de sol a sombra, vendiendo panelas o buscando el correo.
Mi papá fue un bailarín y bebedor de su
época, siempre peleaba con mi mamá por eso,
alguna vez en una de sus peleas llegué a escuchar que todo lo que una
vez tuvieron lo perdieron por el andar pendiente de la parranda, que por eso
fue que nos vinimos a vivir a Pivijay.
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| Alicia Orozco, hija de Bertulio |
Yo muy poco recuerdo, pues yo soy la
menor, ya las que tienen más idea de eso son Rita y Mari, que son las mayores
porque Silvia que era la que venía antes de mí, murió cuando tenía 17 años, a Tulio que es el
mayor, lo crió una tía.
Bueno, mi papá a sus 94 años de edad es
un hombre independiente, se vale por sí mismo, tiene una memoria intacta, él
lee sin gafas, camina sin bastón y enhebra una aguja, yo a veces me asombro de
la lucidez de mi papá como precisa fechas y habla de las cosas como si hubiesen
pasado ayer.
Muchas veces me toca regañarlo porque
cuando viene alguien acá a la casa comienza a sacarle las tripas como decimos
vulgarmente, y comienza a preguntar para ver si conoce a alguien de su familia
y siempre tiene algo que contar, a veces me río porque se pone con los amigos
de mi hija Loraine, hace como tres meses
llegó un muchachito de Chibolo y apenas supo de dónde era comenzó a
preguntarle y formó su pelotera con Loraine, porque eso a ella le da rabia, pero yo le digo
que lo deje que son cosas de viejos, ya yo no le presto atención”.
Un hombre que su edad no le ha impedido
disfrutar de sus nietos y bisnietos, siempre ha sabido llegarles, aunque a
veces tengan sus disgustos y encontrones no saben vivir sin hablarse y
molestar, he aquí una imagen con su bisnieta Anny Sharyck y su nieta menor
Loraine, quienes han sido las afortunadas de crecer al lado de este octogenario
a quien de cariño llaman el viejo Bertu al igual que sus demás nietos y
bisnietos.
Anny Sharyck Ortiz una pequeña de siete
años, confirma que su “abuelito Bertulio” es un hombre pacifico, preocupado por
su familia y quien es su compañero de juegos y risas desde que su abuelita
Cilia falleció.
“Mis abuelitos siempre estaban acá en mi
casa, y cuando llegaba del colegio siempre me recibían los dos con un beso y un
abrazo, mientras mamá Cilia me cargaba y me quitaba el uniforme, papá Bertulio
llevaba los cuadernos al cuarto y me ponía
todo en orden para que cuando llegara mi mami del trabajo no me
regañara.
Mi abuelita murió hace dos años, desde
entonces en mi casa ya nada volvió a ser igual, mi mamá, mis tías y mi abuelo
andan todos tristes, ya cuando llegaba del colegio me esperaba solo papá,
entonces se ponía a jugar conmigo.
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| Bertulio y sus nietas. |
Mi abuelo siempre ha sido de esos
señores regañones, siempre me regaña si corro, si brinco, y cuando mis primos
vienen, nos esconde los juguetes porque siempre dice que los vamos a dañar, y
siempre nos cuenta historias cuando él era joven, y nos hace cometas y unos
juguetes todos raros de calabazo y nos dice que él jugaba con eso cuando
muchacho”.
Loraine su nieta menor, ve al viejo
Bertu como su padre, un hombre fuerte, digno
de admirar, un viejo lleno de historias que a toda hora busca el momento
exacto para contar.
“Mi abuelo es como mi papá, mmm bueno sí
mí papá, porque siempre he vivido con él,
pues de él sé las locuras que
siempre me cuenta, aunque cuando yo estaba pequeña él trabajaba en Adpostal y
siempre viajaba a buscar el correo, ya después lo botaron y le robaron la
pensión y no volvió a trabajar más”.
El viejo Bertu como de cariño le dicen
siempre ha sido un refugio y esa parte cómica de la vida de Loraine.
“Cuando pequeña mi abuelo siempre me iba a
buscar al colegio y siempre lo hacía que me llevara en burrito hasta la casa,
algunas veces nos caíamos y nos raspábamos pero para nosotros era divertido,
porque él me complacía en lo que yo quería y siempre nos caíamos y quedábamos
enredados, así muchas veces siempre mi mamá nos regañaba porque él me
alcahueteaba en todo y él solo decía “déjame hacerla feliz”, ya cuando crecí
todo fue cambiando porque mi abuelo siempre ha sido muy celoso con lo de
nosotros y con nosotros, entonces cuando iban mis amigas a jugar conmigo era un
lío, porque yo sacaba un muñeco, me iba por los demás, y cuando volvía ya no
estaba porque mi abuelo se lo llevaba.
Recuerdo que siempre me hacía muñecos de
cartón, trompos de calabazo, y cometas para él enseñarme a jugar y mostrarme
cómo fue su infancia.”





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