lunes, 7 de abril de 2014

La guerra entre costuras

"Si has nacido sin alas no hagas nada para que impidas que crezcan’’ – Coco Chanel.


Por: Vanessa Redondo



Eran los comienzos del año 1971, la delgada y menuda mujer se encontraba debilitada por la artrosis y el degeneramiento físico que empezaba a manifestarse en su cuerpo por la adicción a la morfina que la acompañaba desde su juventud, sin embargo ni las enfermedades, sus penurias, la soledad en su habitación de hotel  y sus 87 años eran una excusa para detener la confección de la próxima colección de moda que debía lanzarse en primavera.

Gabrielle Bonheur Chanel nació una calurosa tarde de agosto de 1883, en un hospicio pobre en Saumur, región oriental de los países del Loira en Francia, hija de la lavandera Jeanne Devolle y el comerciante Albert Chanel.

Nadie nunca imaginó que aquella niña de tan humilde origen algún día sería un ícono de la moda mundial, que se relacionaría en un círculo de fortuna, joyas y lujos, mucho menos que se convertiría en la mujer que tendría el talento necesario para crear luz en el medio de un escenario tan oscuro y ruin como la guerra.

Independiente

Su vida transcurría de un pueblo a otro, acompañando a su padre y a sus hermanos a vender textiles para comunidades pequeñas asentadas en los pueblos de la viña francesa, hasta que llegados sus 12 años tuvo que enfrentar la muerte de su madre.

La muerte de su progenitora significó la llegada de un cambio radical en su vida, ya que su padre, con 33 años y cinco hijos por los que responsabilizarse optó por enviar a sus dos hijos varones, Alphonse y Lucien a trabajar en la casa de una próspera familia dedicada a la agricultura, y a sus tres hijas al orfanato del convento de Aubazine dirigido por monjas católicas.

La vida en el convento era regida por los principios de disciplina, obediencia y oración. Aquí, esta niña que empezaba a convertirse en una señorita perfeccionista, reservada y orgullosa aprendió lo que serían sus primeros comienzos en el mundo de la confección, las monjas le enseñaron a coser, bordar y planchar. 

Es en esta institución donde empezaría a germinarse un aparente antisemitismo, sembrado por las religiosas, que bajo sus conceptos radicales cristianos promulgaban la culpabilidad de la comunidad judía en el asesinato de Jesucristo e impulsaban la condena social hacia este agregado cultural.

Cuando cumplió 20 años se mudó a una pensión reservada para niñas católicas en la ciudad en Moulins,  el cambio no fue muy significativo para ella, porque aunque lejos de las directrices y el acompañamiento de sus hermanas, siempre se había caracterizado por ser una joven activa, trabajadora y con una clara resolución personal de valerse por sí misma, factor que podría ser determinante para la construcción del carácter perfeccionista, directo y hasta oportunista que luego serían las herramientas  con las que construirían su imperio.

De Gabrielle a Coco

Con un reciente adquirido puesto de costurera en la ciudad, y el sueño frustrado de ser cantante, Gabrielle se conoció con  Etienne Balsán, un ex oficial de caballería y rico heredero de una familia dedicada al negocio textil, con el que tendría un romance de cuatro años.

Juntos se mudaron  a un castillo de la propiedad de Balsán cerca de Compiègne, una zona destacada por su bosque de senderos ecuestres y la vida de caza y polo, las fiestas y la solvencia económica de su amante, le permitieron a Gabrielle dedicarse a su carácter social  en celebraciones de alto prestigio. 

Decidida a dejar atrás su origen pobre, buscando crearse un nombre significativo en su nuevo círculo social, decidió apropiarse del apodo con el que algunos de sus pocos amigos solían llamarla: ‘’Coco’’ que al parecer había surgido a partir de una canción que solía interpretar con mucho ahínco durante sus presentaciones musicales en un cabaret para militares cuando deseaba convertirse en cantante.

A pesar de haber sido Etienne la persona que la llevó a conocer un mundo que se le había sido negada en su infancia, Coco se involucró sentimentalmente con Arthur Edward Capel uno de los amigos de su amante, con el que decidió partir hacia París y empezar a relacionarse con la alta clase inglesa de la que era parte su nuevo amor.

El amor de su vida

Capel significó mucho más que una nueva relación para Coco, además de los profundos sentimientos que le inspiraba a la costurera, fue la primera persona que reconoció su talento y le financió las primeras tiendas, y aparentemente sirvió de inspiración para el diseño de la botella de la popular fragancia ‘Chanel No.5’ que posteriormente lanzaría la joven, de la que se cree que adoptó las líneas rectangulares biseladas de las botellas de tocador Charvet que llevaba Capel en su caja de viaje.

El romance con Arthur duró once años, sobrevivió a las constantes infidelidades por parte de él, a su matrimonio con una aristócrata joven inglesa y a las barreras sociales que los separaban. Capel murió en un accidente automovilístico, Coco abatida por el dolor y el luto que marcaría para siempre su vida, en una entrevista dada muchos años después, afirmó luego de rememorar la muerte de su amante que  «Su muerte fue un golpe terrible para mí. Al perder a Capel, lo perdí todo. Tengo que decir que lo que siguió no fue una vida de felicidad».

Impulsada por el dolor y su necesidad de sentirse activa y útil después de la muerte de su amor,  comenzó a utilizar prendas negras en señal de luto y al poco tiempo, diseñó el denominado «pequeño vestido negro», que se presentó en 1926, el cual fue inmediatamente un éxito, disponible sólo en ese color, y ha sido el epítome de la elegancia sencilla desde entonces.

Su éxito

El vestido negro que tenía una significación negativa en la vida personal de la diseñadora, resultó ser la apertura para ingresar en el inexplorado mundo de la moda innovadora, hasta entonces el color negro había sido reservado sólo para la monarquía, y fue su irreverencia la que empezó a llamar la atención del mundo.

Coco distinguió con su sencillez y practicidad, cuando el mundo estaba en tiempos de guerra, y el bando al que pertenecía dictaba tu sobrevivencia, esta mujer empezó a cambiar la forma en la que la sociedad se mostraba. 

Atrás quedaron los corsés y los vestidos opulentos, las camisas estilo marinero, la inclusión de detalles étnicos en el diseño y la comodidad y elegancia que caracterizaba a los más sencillos modelos fueron los ingredientes perfectos para ir consolidándose como una mujer admirada y respetada que traía en sus hombros el nacimiento de un Imperio de diseño que modificaría la forma de ver el mundo.


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