Los burdeles son los sitios que con el pasar de los años han tomado fuerza y reconocimiento en la sociedad, pues la prostitución desde siempre ha sido la salida fácil y de poco tiempo para conseguir algunos pesos.
Por: Sandra Serrano
Los prostíbulos son los lugares
ideales para encontrar las historias de
mujeres envueltas en los problemas familiares, como familias disfuncionales y en
las carencias económicas; como también las
cuales por motivos de sus malas amistades han aceptado, como sin darse cuenta
terminaron en un sitio lleno no solo de hombres y alcohol, sino de drogas y
enfermedades.
Este es el caso del conocido ‘Burdel Tropical’
uno de los más prestigiosos de la ciudad,
reconocido por tener trabajadoras sexuales jóvenes y bellas que atrapan entre
sus encantos a jóvenes, adultos y ancianos , unos casados y otros en busca de
hacerlo, así es como con estos clientes
se empieza la jornada laboral de las 18 trabajadoras registradas en el negocio,
una jornada de seis de la tarde a dos de la madrugada, por una cuota de $50.000
por cliente, y un ratico de 25 minutos que llena de satisfacción, placer y
hombría a aquellos que lo visitan.
La fachada de este lugar no se hace
esperar, dos vigilantes bastante serios, nos atienden al entrar, revisando que
no se ingresen armas al lugar, bastante nerviosos miran a su alrededor creyendo
que es una trampa para allí revisar lo que en muchos lugares la gente busca al
entrar, como son las drogas, que se han vuelto la sustancia principal para
gozar y no recordar lo que en las noches del bar suele pasar.
Este es un lugar oscuro, lleno de
luces que centellean por segundo en el
que resalta el brillo de las lentejuelas
de los vestidos y zapatos que aquellas damas utilizan, lleno de pequeños
cubículos, rodeados de espejos y barras ideales para seducir y enamorar a los
hombres de la ciudad; un trabajo duro, pero según ellas bien pagado, pues cada
una al final de su jornada se lleva consigo alrededor de 450.000 pesos unos
tragos en la cabeza y algo de droga para terminar la noche como al inicio de
ella ‘radiante’.
Un trabajo que, a diferencia de los
demás, no exige experiencia pues entre menos tenga, más apetecidas y buscadas
son por sus clientes, les permiten a los 18 años ingresar al mundo de la
prostitución, unos cuantos exámenes y lista para la acción. Es ahí donde las
niñas difícilmente dicen que no, pues les brindan una casa, y una habitación
para tres, un colchón viejo y manchado, y unas cuantas cuerdas en la misma
habitación para allí colgar esas prendas con las que noche tras noche seducen
al caminar, y si es allí donde las niñas de todas partes de la ciudad descansan más de lo normal, no hay más normas que la de
brindar a su jefe 10.000 pesos por
cliente.
A diferencia de los burdeles que se
encuentran calle abajo, este aún mantiene algunas trabajadoras algo alejadas de
las drogas, llenas de vitalidad, una cara humilde y unos gestos aun penosos.
Este es el caso de la trabajadora más
reciente del lugar, quien tan solo acaba de cumplir la mayoría de edad, pero
que por motivos económicos y familiares escogió el mundo del dinero fácil.
A pesar de encontrarse con techo,
comida y buen pago, las trabajadoras muestran en sus ojos la triste y dura
realidad de sus decisiones, alguna simplemente nos observan al caminar como
sorprendidas de creer que podamos visitar el lugar en busca de un puesto para trabajar, y luego
de tanto pasar una se acerca y nos aconseja no entrar, enterada de nuestra
investigación nos lleva hasta su habitación donde se encuentran dos niñas más,
quienes muy amablemente aceptan responder nuestras preguntas.
Allí se encuentra Laurita, una niña
paisa, delgada, de cabello negro y bastante agraciada, que cuenta de manera
sonrojada lo que la llevó a trabajar en este negocio.
¿Quién es Laurita? Laurita es paisa,
fue abandonada por el papá de su hija de 2 años. Trató de mil formas obtener un
trabajo honrado en casa de familias, pero por tener la responsabilidad de un
bebé no fue aceptada.
Juzgada por su mamá, como lo dice ella,
por meter las patas, y hoy reciente trabajadora de un lugar en el que, a pesar
de ganar más que un doctor, espera salir pronto y formarse como las demás niñas
de su edad, brindándole a su pequeña hija, con los ahorros del negocio, lo que
necesite.
Juana es otra de las trabajadoras, en
la cama de al lado escucha las repuestas de su compañera y luego de unas
preguntas más, responde que bien saben ellas que este negocio, a pesar de ser
ilegal y no tener ninguna ley que ampare los burdeles en Colombia, estos sitios
son constantemente visitados por entidades que regulan su funcionamiento en
cuanto a la salud de sus trabajadoras, previniendo de esta manera la
proliferación de las enfermedades de transmisión sexual, y brindando de una u otra manera la forma más
segura de protegerse y tener un vida sana.
Los nombres de los negocios y
personajes han sido cambiados a petición del dueño y las trabajadoras.
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