Una introducción más alla de la gran matanza.
Por: Suzainy Arrieta
Este hecho histórico sobre el furor del banano en la región
magdalenense sin duda tiene importancia para la comunidad samaria, cienaguera y
departamental, ya que United Fruit Company, la distribuidora estadounidense de
banano se instaló en nuestro país para poder generar nuevas oportunidades de
cultivo, venta y exportación a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
En este reportaje se detallará en cómo la gente en esa época reaccionó ante la
llegada de la compañía en la región, cómo era dicha región, cómo reaccionaron a
las posibilidades que la conexión a la economía mundial les ofrecía, y sobre
todo, la huelga.
Según lo afirmado por Catherine LeGrand, docente PhD
americana de la facultad de historia de la Universidad McGill, que se dedicó a
hacer una investigación sobre este hecho tan trascendental hace más de veinte
años, resaltó dentro del libro Bananeras: Huelga y Masacre 80 años, publicado
por Mauricio Archila y Leidy Torres, ciertos aspectos sobre el suceso de la
llegada de la UFCo, la siembra de banano en la Zona Bananera del Magdalena, que
la comprendían Santa Marta, Ciénaga y Aracataca, destacando la importancia de
las grupos sociales en las tres primeras décadas del siglo XX.
La región
Las transformaciones que tuvieron lugar con la llegada de la
United Fruit Company fueron importantes, pero estuvieron cimentadas en las
características del territorio. Es decir, la compañía extranjera no tenía todo
el poder; la “Mamita Yunai” tuvo que ajustarse a las realidades, a las
personas, a las prácticas y a las formas de tenencia de la tierra en la región.
Las sociedades bananeras que se formaron en varios lugares de América Latina
donde la UFCo invertía, se diferencian unas de las otras por la influencia que
lo local ejerció sobre la compañía y por la interacción entre la gente y la
pudiente empresa extranjera.
En la zona bananera no solo hubo plantaciones de banano,
gerentes extranjeros, y trabajadores proletarios. También jugaron un papel
importante los productores colombianos de banano, los comerciantes y
campesinos, es decir, los colonos de las tierras baldías que proveían a los
mercados de comida y trabajaban medio tiempo en las plantaciones. Además, es
importante distinguir entre la cultura y la sociedad de Santa Marta, Ciénaga y
Aracataca. Fueron y son lugares con trayectorias diferentes aunque todos
profundamente afectados por la llegada del viento del banano.

¿Cómo lucia la zona justo antes de la llegada de la UFCo? El
puerto de Santa Marta, capital del Magdalena, era un centro portuario, donde
vivían las élites de la región, en su mayor parte de la filiación política
conservadora. Los comerciantes estaban perdiendo su preeminencia frente a los
de Barranquilla, ciudad que crecía rápidamente ya desde finales del siglo XIX.
Muchas de estas antiguas familias, élites samarias tenían grandes propiedades
abandonadas, casi sin valor, en la región de Aracataca, habitada por una
población mestiza, indígena y negra. En esa región había muchas tierras
baldías, tierras “proindivisas”.
Ciénaga, por el contrario era un bastión de renegados
liberales. Antiguo pueblo indígena que todavía tenía sus ejidos hasta entrado
el siglo XX, estaba poblado por la gente de raza mezclada, con sus bogas en la
gran ciénaga, entre Barranquilla y el pueblo de Ciénaga, con sus tambores, con sus
rozas de tabaco, cacao y azúcar en la propiedad comunal, ferozmente
independiente y que expresaba abiertamente su resentimiento contra Santa Marta
a causa de sus pretensiones políticas y culturales.
Si en Aracataca se formaban grandes plantaciones de banano,
en Ciénaga la llegada de UFCo también estimulo la economía, pero de otra
manera. En Ciénaga, los pequeños usufructuarios en los ejidos también empezaron
a producir banano, y también firmaron contratos con la UFCo para la
exportación. Así que Ciénaga siguió siendo un terreno de pequeños y medianos
productores, más o menos independientes, pero resentidos contra el monopolio de
contratos de la compañía extranjera. A mediados de los años veinte, el concejo
municipal de Ciénaga y dos comerciantes cienagueros, quienes también fueron
productores de banano, trataron de romper con la UFCo y de firmar acuerdos con
compañías fruteras competidoras de ella.
El
desenlace de la era ‘United Fruit Company’
La llegada de la UFCo trajo muchos cambios a la región: un
nuevo cultivo, la infusión de muchísima plata, una nueva conexión al mercado
mundial, la privatización de la tierra, y una dinamización del mercado de finca
raíz. Pero estos cambios subrayaron el contraste entre Santa Marta y Ciénaga –
reforzaron la estructura social- debido al poder político y económico de
algunas grandes familias conservadoras del puerto de Santa Marta y la perseverancia
de los combativos medianos y pequeños productores de Ciénaga.
Esta investigación fue realizada con una duración de más de
veinte años por la docente investigadora de la Universidad McGill de Montreal y
PhD americana, Catherine LeGrand, y es uno de los capítulos del libro ‘Bananeras:
Huelga y Masacre 80 años’ de la autoría de Mauricio Archila y Leidy Torres, con
el título: ‘La zona de las Bananeras: Tierra, organización social y huelga
(1890 – 1928). La experta ha tenido un trasfondo con el tema, que ha generado
una especie de halagos y admiración por parte de historiadores e investigadores
del suceso, y con ello, ha logrado dictar conferencias en Santa Marta y Bogotá
sobre las experiencias de haber participado en la investigación y de conocer
más allá de las regiones que fueron dominadas por la United Fruit Company a
comienzos del siglo XX.
Se puede establecer una diferencia adicional entre Santa
Marta y Ciénaga: la UFCo hizo una gran contribución al puerto de Santa Marta:
se construyó el barrio de la ciudad llamado ‘El Prado’, donde vivían los
administradores gringos y británicos de la compañía, y allá estaban los
almacenes, el centro de comunicaciones (con radio y telégrafo), el hospital de
la UFCo y de paso los barcos de la compañía llegaban al puerto.
A diferencia de Santa Marta, en Ciénaga no había presencia
de administradores extranjeros ni de la
empresa. En el municipio los destacados activistas liberales se reunieron en la
logia masónica, la cual fue prohibida por los conservadores y más tarde,
formaron un grupo gnóstico importante. Además había comerciantes italianos
garibaldistas. Algunos trabajadores de las plantaciones al sur vivían en
Ciénaga, donde siempre había contactos frecuentes con Barranquilla, centros
comerciales y también entre los incipientes movimientos de trabajadores.

En Colombia, más del 90% de la fuerza laboral de las
plantaciones era colombiana. El hecho de que los trabajadores de las bananeras
aquí hablaran un solo idioma, tuvieran una misma religión, y a pesar de las
diferencias regionales, se reconocían como colombianos e hizo mejorar su
habilidad de organizarse contra la compañía en 1928. En cuanto a la cultura, en
la época del “boom” bananero (y después) la cultura de la zona bananera era muy
abierta, muy dinámica, con muchas conexiones, no sólo por la UFCo con los
E.E.U.U, sino también con muchas partes de Colombia, del Caribe, de Europa y
más allá.
Los prominentes comerciantes y terratenientes de Santa Marta
tuvieron inversiones en Bogotá, Ecuador, Paris y Nueva York. En las primeras
décadas del siglo XX, enviaban a sus hijos a estudiar en Bogotá o Barranquilla,
y a sus hijas a estudiar en Medellín o Curazao. Algunos mandaban sus hijos a
Kingston, Jamaica o a E.E.U.U. para que aprendieran el inglés. Varias de las
importantes familias de Ciénaga eran de ascendencia judía sefardí, italiana y
había pequeños comerciantes sirios, libaneses y palestinos.
Entonces, ¿qué precipitó la huelga? Durante los años veinte,
las relaciones entre la UFCo y los productores colombianos se empeoraron. Un
grupo de pequeños y medianos cultivadores de banano en Ciénaga, liderados por
Julio Charris y Juan B. Calderón, pidieron la intervención del gobierno de
Bogotá para ayudarles a independizarse del monopolio de la UFCo. Pedían la nacionalización
del ferrocarril y de los canales de riego, y que el gobierno de Colombia
reclamara los terrenos baldíos usurpados por la UFCo para que esta tierra
sirviera para fundar una Cooperativa de Productores Colombianos de Banano.
En los mismos años se dividió el Partido Conservador en la
provincia del Magdalena y los liberales empezaron a unirse. El impulso liberal
crítico y casi insurrecto a nivel nacional se expresó en la fundación del
Partido Socialista Revolucionario –PSR- . En la Zona Bananera, alrededor de
1925 comenzó la organización de los trabajadores en la Unión Sindical de
Trabajadores del Magdalena, promovida por unos obreros españoles e italianos
con ideas anarco-sindicalistas junto con José Garibaldi Russo, un intelectual
local impresionado por la Revolución Rusa. En 1927 y 1928, llegaron a la zona
los organizadores del PSR como María
Cano, Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha, Alberto Castrillón y Tomás
Uribe Márquez. En ese mismo lapso de años llegaron a la zona un grupo de
emisarios del líder nicaragüense Augusto Sandino para animar los sentimientos
anti-imperialistas y anti-americanos de los colombianos costeños.
A fines de Octubre de 1928, representantes de los obreros
presentaron al gerente de la UFCo un pliego de peticiones, la que se rehusó a
negociar con ellos con el argumento de que no eran trabajadores de la compañía.
El 12 de Noviembre se declaró la huelga de los trabajadores de la empresa
extranjera y de los productores nacionales, se formaron “sindicatos de
trabajadores y colonos campesinos” en la mayoría de las plantaciones bananeras;
mientras tanto, la Cámara de Comercio de Ciénaga y los pequeños comerciantes,
abastecieron de comida a los huelguistas y algunos de los productores de banano
de Ciénaga les apoyaron. Ciénaga era el epicentro de apoyo a la huelga, la que
fue efectiva también en Aracataca. También en Ciénaga se publicaron periódicos
y panfletos a favor de la lucha obrera.
Esta famosa huelga de las bananeras fue una movilización
social extraordinaria en el que participaban mujeres y hombres – entre 16.000 y
32.000 personas en total - . Fue por mucho la huelga más grande contra la
UFCo que nunca se había visto, e inspiró
a trabajadores en las otras zonas bananeras de Centroamérica y el Caribe.
¿Qué querían los huelguistas? Había una conexión estrecha
entre las demandas socioeconómicas y la cuestión nacional. Fundamentalmente, la
Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena solicitaba a la UFCo que
reconociera a sus trabajadores, quienes producían su riqueza y que negociara
con ellos.
Lo que en realidad querían los obreros eran arreglos “para
hacer viable la ley y enmarcarse dentro de ella”. Buscaban reconocimiento como
ciudadanos, la afirmación de sus derechos sociales (mejores sueldos, servicios
de salud, vivienda, etc.), y civiles (el derecho a la organización y a la
negociación)
La compañía se mantuvo firme a su rechazo a la negociación y
en su argumento de que la huelga era una rebelión contra la autoridad del
gobierno. Al principio, el gobierno colombiano reaccionó de forma ambivalente.
El Ministerio de Industrias y la Oficina General de Trabajo decían que los
obreros no eran rebeldes sino que buscaban inclusión y reconocimiento de sus
derechos como ciudadanos colombianos. Mientras tanto, el Ministerio de Guerra y
el Ejército al mando del Gral. Carlos Cortes Vargas mantuvieron que los
huelguistas eran subversivos insurrectos comunistas y que la huelga se tenía
que aplastar de una vez.
Durante el lapso transcurrido entre el 12 de noviembre y el
6 de diciembre la huelga en la zona bananera no fue una noticia que llamara la
atención de la prensa en la remota capital de la república, ni de las capitales
departamentales. Los diarios conservadores se referían a ella como a una
peligrosa conspiración comunista, y los liberales daban cuenta de las justas
peticiones formuladas por los trabajadores de la zona bananera; pero sin mayor
despliegue en unos y otros.
Los primeros comunicados recibidos en Bogotá daban cuenta de
que los huelguistas, hasta ese momento pacíficos, manipulados por agitadores
comunistas, habían emprendido una revolución de tipo bolchevique cuyo primer
paso era la degollina de los directivos de la UFCo y de sus familias, acto que
debía ejecutarse el 6 de diciembre, lo que obligó a la pronta intervención del
ejército. Los huelguistas, resueltos a llevar a cabo sus propósitos,
enfrentaron la tropa que, a la orden dada por el general Carlos Cortés Vargas,
disparó contra ellos, mató a varios, tomó el control de la zona y puso fin con
éxito al movimiento subversivo. El Presidente de la república felicitó al
general Cortés Vargas por haber salvado al país de la anarquía.
Hubo enorme confusión en las primeras versiones. Los
despachos periodísticos hablaban en unos caos de “miles de muertos” y en otros
de “unos pocos muertos y heridos”. La prensa liberal destacó el hecho de que se
había disparados obreros indefensos que efectuaban una marcha pacífica
compuesta por trabajadores, sus mujeres y sus niños, dato reconocido por el
propio general Cortés Vargas, que justificó el abaleo en el supuesto de que los
huelguistas habían puesto de mampara a las mujeres y a los niños en la creencia
absoluta de que el ejército no se atrevería a dispararles y que así los obreros
podrían llegar a salvo a los cuarteles de Ciénaga y apoderarse de ellos.
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