martes, 20 de mayo de 2014

La zona de las Bananeras: Tierra, organización social y huelga (1890-1928)

Una introducción más alla de la gran matanza.



Por: Suzainy Arrieta


Este hecho histórico sobre el furor del banano en la región magdalenense sin duda tiene importancia para la comunidad samaria, cienaguera y departamental, ya que United Fruit Company, la distribuidora estadounidense de banano se instaló en nuestro país para poder generar nuevas oportunidades de cultivo, venta y exportación a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En este reportaje se detallará en cómo la gente en esa época reaccionó ante la llegada de la compañía en la región, cómo era dicha región, cómo reaccionaron a las posibilidades que la conexión a la economía mundial les ofrecía, y sobre todo, la huelga.

Según lo afirmado por Catherine LeGrand, docente PhD americana de la facultad de historia de la Universidad McGill, que se dedicó a hacer una investigación sobre este hecho tan trascendental hace más de veinte años, resaltó dentro del libro Bananeras: Huelga y Masacre 80 años, publicado por Mauricio Archila y Leidy Torres, ciertos aspectos sobre el suceso de la llegada de la UFCo, la siembra de banano en la Zona Bananera del Magdalena, que la comprendían Santa Marta, Ciénaga y Aracataca, destacando la importancia de las grupos sociales en las tres primeras décadas del siglo XX.
La región

Las transformaciones que tuvieron lugar con la llegada de la United Fruit Company fueron importantes, pero estuvieron cimentadas en las características del territorio. Es decir, la compañía extranjera no tenía todo el poder; la “Mamita Yunai” tuvo que ajustarse a las realidades, a las personas, a las prácticas y a las formas de tenencia de la tierra en la región. Las sociedades bananeras que se formaron en varios lugares de América Latina donde la UFCo invertía, se diferencian unas de las otras por la influencia que lo local ejerció sobre la compañía y por la interacción entre la gente y la pudiente empresa extranjera.

En la zona bananera no solo hubo plantaciones de banano, gerentes extranjeros, y trabajadores proletarios. También jugaron un papel importante los productores colombianos de banano, los comerciantes y campesinos, es decir, los colonos de las tierras baldías que proveían a los mercados de comida y trabajaban medio tiempo en las plantaciones. Además, es importante distinguir entre la cultura y la sociedad de Santa Marta, Ciénaga y Aracataca. Fueron y son lugares con trayectorias diferentes aunque todos profundamente afectados por la llegada del viento del banano.

Para explicar la huelga y su impacto, es importante tener en cuenta las relaciones entre el gobierno de Bogotá, el gobierno regional y los gobiernos locales, que a cada nivel ejercían influencia con sus iniciativas. Se notaba por qué la gente de la antigua zona bananera no compartía la opinión expresada muchas veces por los bogotanos, es decir, que la zona bananera estaba totalmente bajo el poder de la UFCo, que era un “estado dentro de un estado”. La gente de Santa Marta, Ciénaga y Aracataca fueron actores en esta historia, actores que tuvieron problemas con la compañía extranjera y con el gobierno central.

¿Cómo lucia la zona justo antes de la llegada de la UFCo? El puerto de Santa Marta, capital del Magdalena, era un centro portuario, donde vivían las élites de la región, en su mayor parte de la filiación política conservadora. Los comerciantes estaban perdiendo su preeminencia frente a los de Barranquilla, ciudad que crecía rápidamente ya desde finales del siglo XIX. Muchas de estas antiguas familias, élites samarias tenían grandes propiedades abandonadas, casi sin valor, en la región de Aracataca, habitada por una población mestiza, indígena y negra. En esa región había muchas tierras baldías, tierras “proindivisas”.

Ciénaga, por el contrario era un bastión de renegados liberales. Antiguo pueblo indígena que todavía tenía sus ejidos hasta entrado el siglo XX, estaba poblado por la gente de raza mezclada, con sus bogas en la gran ciénaga, entre Barranquilla y el pueblo de Ciénaga, con sus tambores, con sus rozas de tabaco, cacao y azúcar en la propiedad comunal, ferozmente independiente y que expresaba abiertamente su resentimiento contra Santa Marta a causa de sus pretensiones políticas y culturales.

Si en Aracataca se formaban grandes plantaciones de banano, en Ciénaga la llegada de UFCo también estimulo la economía, pero de otra manera. En Ciénaga, los pequeños usufructuarios en los ejidos también empezaron a producir banano, y también firmaron contratos con la UFCo para la exportación. Así que Ciénaga siguió siendo un terreno de pequeños y medianos productores, más o menos independientes, pero resentidos contra el monopolio de contratos de la compañía extranjera. A mediados de los años veinte, el concejo municipal de Ciénaga y dos comerciantes cienagueros, quienes también fueron productores de banano, trataron de romper con la UFCo y de firmar acuerdos con compañías fruteras competidoras de ella. 

El desenlace de la era ‘United Fruit Company’ 

La llegada de la UFCo trajo muchos cambios a la región: un nuevo cultivo, la infusión de muchísima plata, una nueva conexión al mercado mundial, la privatización de la tierra, y una dinamización del mercado de finca raíz. Pero estos cambios subrayaron el contraste entre Santa Marta y Ciénaga – reforzaron la estructura social- debido al poder político y económico de algunas grandes familias conservadoras del puerto de Santa Marta y la perseverancia de los combativos medianos y pequeños productores de Ciénaga.

Esta investigación fue realizada con una duración de más de veinte años por la docente investigadora de la Universidad McGill de Montreal y PhD americana, Catherine LeGrand, y es uno de los capítulos del libro ‘Bananeras: Huelga y Masacre 80 años’ de la autoría de Mauricio Archila y Leidy Torres, con el título: ‘La zona de las Bananeras: Tierra, organización social y huelga (1890 – 1928). La experta ha tenido un trasfondo con el tema, que ha generado una especie de halagos y admiración por parte de historiadores e investigadores del suceso, y con ello, ha logrado dictar conferencias en Santa Marta y Bogotá sobre las experiencias de haber participado en la investigación y de conocer más allá de las regiones que fueron dominadas por la United Fruit Company a comienzos del siglo XX.

Se puede establecer una diferencia adicional entre Santa Marta y Ciénaga: la UFCo hizo una gran contribución al puerto de Santa Marta: se construyó el barrio de la ciudad llamado ‘El Prado’, donde vivían los administradores gringos y británicos de la compañía, y allá estaban los almacenes, el centro de comunicaciones (con radio y telégrafo), el hospital de la UFCo y de paso los barcos de la compañía llegaban al puerto.

A diferencia de Santa Marta, en Ciénaga no había presencia de  administradores extranjeros ni de la empresa. En el municipio los destacados activistas liberales se reunieron en la logia masónica, la cual fue prohibida por los conservadores y más tarde, formaron un grupo gnóstico importante. Además había comerciantes italianos garibaldistas. Algunos trabajadores de las plantaciones al sur vivían en Ciénaga, donde siempre había contactos frecuentes con Barranquilla, centros comerciales y también entre los incipientes movimientos de trabajadores.

¿Y qué hay de los trabajadores? El crecimiento rápido de la economía bananera atrajo a la región mucha gente de otras regiones del país: hombres solteros, trabajadores mestizos y mulatos del Atlántico y Bolívar, también palenqueros cerca de Cartagena, indígenas de La Guajira, cachacos de los Santanderes y algunos de Cundinamarca y Antioquia. También llegaron algunas provenientes de islas caribeñas como Curazao y Jamaica pero en números minoritarios.

En Colombia, más del 90% de la fuerza laboral de las plantaciones era colombiana. El hecho de que los trabajadores de las bananeras aquí hablaran un solo idioma, tuvieran una misma religión, y a pesar de las diferencias regionales, se reconocían como colombianos e hizo mejorar su habilidad de organizarse contra la compañía en 1928. En cuanto a la cultura, en la época del “boom” bananero (y después) la cultura de la zona bananera era muy abierta, muy dinámica, con muchas conexiones, no sólo por la UFCo con los E.E.U.U, sino también con muchas partes de Colombia, del Caribe, de Europa y más allá. 

Los prominentes comerciantes y terratenientes de Santa Marta tuvieron inversiones en Bogotá, Ecuador, Paris y Nueva York. En las primeras décadas del siglo XX, enviaban a sus hijos a estudiar en Bogotá o Barranquilla, y a sus hijas a estudiar en Medellín o Curazao. Algunos mandaban sus hijos a Kingston, Jamaica o a E.E.U.U. para que aprendieran el inglés. Varias de las importantes familias de Ciénaga eran de ascendencia judía sefardí, italiana y había pequeños comerciantes sirios, libaneses y palestinos.

Entonces, ¿qué precipitó la huelga? Durante los años veinte, las relaciones entre la UFCo y los productores colombianos se empeoraron. Un grupo de pequeños y medianos cultivadores de banano en Ciénaga, liderados por Julio Charris y Juan B. Calderón, pidieron la intervención del gobierno de Bogotá para ayudarles a independizarse del monopolio de la UFCo. Pedían la nacionalización del ferrocarril y de los canales de riego, y que el gobierno de Colombia reclamara los terrenos baldíos usurpados por la UFCo para que esta tierra sirviera para fundar una Cooperativa de Productores Colombianos de Banano.


En los mismos años se dividió el Partido Conservador en la provincia del Magdalena y los liberales empezaron a unirse. El impulso liberal crítico y casi insurrecto a nivel nacional se expresó en la fundación del Partido Socialista Revolucionario –PSR- . En la Zona Bananera, alrededor de 1925 comenzó la organización de los trabajadores en la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, promovida por unos obreros españoles e italianos con ideas anarco-sindicalistas junto con José Garibaldi Russo, un intelectual local impresionado por la Revolución Rusa. En 1927 y 1928, llegaron a la zona los organizadores  del PSR como María Cano, Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha, Alberto Castrillón y Tomás Uribe Márquez. En ese mismo lapso de años llegaron a la zona un grupo de emisarios del líder nicaragüense Augusto Sandino para animar los sentimientos anti-imperialistas y anti-americanos de los colombianos costeños. 


A fines de Octubre de 1928, representantes de los obreros presentaron al gerente de la UFCo un pliego de peticiones, la que se rehusó a negociar con ellos con el argumento de que no eran trabajadores de la compañía. El 12 de Noviembre se declaró la huelga de los trabajadores de la empresa extranjera y de los productores nacionales, se formaron “sindicatos de trabajadores y colonos campesinos” en la mayoría de las plantaciones bananeras; mientras tanto, la Cámara de Comercio de Ciénaga y los pequeños comerciantes, abastecieron de comida a los huelguistas y algunos de los productores de banano de Ciénaga les apoyaron. Ciénaga era el epicentro de apoyo a la huelga, la que fue efectiva también en Aracataca. También en Ciénaga se publicaron periódicos y panfletos a favor de la lucha obrera.

Esta famosa huelga de las bananeras fue una movilización social extraordinaria en el que participaban mujeres y hombres – entre 16.000 y 32.000 personas en total - . Fue por mucho la huelga más grande contra la UFCo  que nunca se había visto, e inspiró a trabajadores en las otras zonas bananeras de Centroamérica y el Caribe.

¿Qué querían los huelguistas? Había una conexión estrecha entre las demandas socioeconómicas y la cuestión nacional. Fundamentalmente, la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena solicitaba a la UFCo que reconociera a sus trabajadores, quienes producían su riqueza y que negociara con ellos.

Lo que en realidad querían los obreros eran arreglos “para hacer viable la ley y enmarcarse dentro de ella”. Buscaban reconocimiento como ciudadanos, la afirmación de sus derechos sociales (mejores sueldos, servicios de salud, vivienda, etc.), y civiles (el derecho a la organización y a la negociación)

La compañía se mantuvo firme a su rechazo a la negociación y en su argumento de que la huelga era una rebelión contra la autoridad del gobierno. Al principio, el gobierno colombiano reaccionó de forma ambivalente. El Ministerio de Industrias y la Oficina General de Trabajo decían que los obreros no eran rebeldes sino que buscaban inclusión y reconocimiento de sus derechos como ciudadanos colombianos. Mientras tanto, el Ministerio de Guerra y el Ejército al mando del Gral. Carlos Cortes Vargas mantuvieron que los huelguistas eran subversivos insurrectos comunistas y que la huelga se tenía que aplastar de una vez.

Durante el lapso transcurrido entre el 12 de noviembre y el 6 de diciembre la huelga en la zona bananera no fue una noticia que llamara la atención de la prensa en la remota capital de la república, ni de las capitales departamentales. Los diarios conservadores se referían a ella como a una peligrosa conspiración comunista, y los liberales daban cuenta de las justas peticiones formuladas por los trabajadores de la zona bananera; pero sin mayor despliegue en unos y otros.

Los primeros comunicados recibidos en Bogotá daban cuenta de que los huelguistas, hasta ese momento pacíficos, manipulados por agitadores comunistas, habían emprendido una revolución de tipo bolchevique cuyo primer paso era la degollina de los directivos de la UFCo y de sus familias, acto que debía ejecutarse el 6 de diciembre, lo que obligó a la pronta intervención del ejército. Los huelguistas, resueltos a llevar a cabo sus propósitos, enfrentaron la tropa que, a la orden dada por el general Carlos Cortés Vargas, disparó contra ellos, mató a varios, tomó el control de la zona y puso fin con éxito al movimiento subversivo. El Presidente de la república felicitó al general Cortés Vargas por haber salvado al país de la anarquía.

Hubo enorme confusión en las primeras versiones. Los despachos periodísticos hablaban en unos caos de “miles de muertos” y en otros de “unos pocos muertos y heridos”. La prensa liberal destacó el hecho de que se había disparados obreros indefensos que efectuaban una marcha pacífica compuesta por trabajadores, sus mujeres y sus niños, dato reconocido por el propio general Cortés Vargas, que justificó el abaleo en el supuesto de que los huelguistas habían puesto de mampara a las mujeres y a los niños en la creencia absoluta de que el ejército no se atrevería a dispararles y que así los obreros podrían llegar a salvo a los cuarteles de Ciénaga y apoderarse de ellos.

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